Desarrollo sostenible

Tejo

Tejo (Taxus baccata L.)

Tienes ante ti, una conífera que no tiene conos o piñas, ni tampoco resina. Un árbol ligado a la mitología y a la historia. Su presencia escasea en nuestros bosques, donde lo encontrarás generalmente aislado o formando pequeños rodales bajo la sombra de los hayedos, y habitual en jardines y ornamentación.

Su escasez se debe a la lenta regeneración y al uso que desde antiguo se ha hecho de su excelente madera. Quizá hayas oído que una de las pertenencias halladas junto a Ötzi, “el hombre de hielo” ha
sido un arco inacabado de madera de tejo de 1,83 cm de una sola pieza.

Se sabe también que, una de las razones por las que en las islas británicas las poblaciones de tejos se vieron diezmadas, fue la fabricación del famoso arco largo inglés. Ésta fue la principal arma utilizada por los galeses e ingleses contra los franceses en la guerra de los Cien Años en los siglos XIV y XV.

Pero sin duda la característica más conocida del tejo es su toxicidad, presente en la corteza, hojas y semillas, pero no en el arilo, la cubierta carnosa roja que cubre en parte la semilla.

La taxina es una mezcla compleja de tóxicos que actúa sobre el sistema nervioso y el corazón, letal para el ser humano y para algunos animales. Sin embargo, la taxina es la base del taxol que se
descubrió como un potente inhibidor del crecimiento de células en varios tipos de cáncer.

El tejo es una especie dioica, es decir, los ejemplares masculinos y femeninos se encuentran en pies separados.